viernes, 20 de julio de 2007
RICARDO PALMA Y LAS TRADICIONES SOBRE PUNO
José Luis Velásquez Garambel
(…)
de históricos recuerdos te mando otro centón;
huyendo de un presente que un genio esteriliza
mi templo es el pasado, mi altar la tradición.
De incásica dacha yo sé los secretos;
alcoba cerrada nunca hay para mí;
yo entiendo de magia, yo sé de amuletos;
yo soy taumaturgo, yo soy zahorí.
Con “La fiesta de Simón Garabatillo” Ricardo Palma inicia un proceso de descentración en relación a lo que denominaré espacio de construcción del imaginario peruano sólo sobre Puno (hasta la década del 20 del siglo, fecha en que una forma estética se convierte en una nueva tradición en el espacio andino, me refiero al vanguardo indigenismo, que más tarde orienta y crea un referente para la valoración estética de un imaginario renovado), en todo caso este concepto de descentración conlleva a una serie de reflexiones, entre ellas la denominada cultura de centro y de periferia (lo que quizá tenga sus orígenes en los discursos de Augusto Salazar Bondy y los denominados filósofos de la liberación).
Recordemos que el concepto de centro refiere a la hegemonía de un referente cultural (en el sentido sociológico y antropológico) sobre otro que es de menor prestigio al anterior. Y que la existencia de un centro refiere también a la existencia de una periferie (aquello que no es centro), así en el período en que Palma inicia con sus entregas (sobre sus muy famosas tradiciones peruanas) existen discursos orientados a desarrollar imaginarios distantes (ni siquiera discursos fronterizos como los de Churata u otros de las generaciones posteriores). La poesía contenía por entonces una forma heredada por Europa (si acaso era una imitación en estilo, forma y hasta en connotaciones), el cuento todavía no tenía asiento sólido y la novela apenas iniciaba (con Concolocorvo, Narciso Aréstegui y Grimanesa Martina Matto Usandivares, la famosa “Clorinda Matto de Turner”, los tres en el mismo orden de aparición).
El teatro (muy famoso en el Perú) tenía ya logros importantes (como lo menciona don Estuardo Núñez en “El Teatro de la República” publicado en la Colección Documental del Perú), sin embargo, todas estas formas de expresión literaria se ven reducidas ante el carácter popular que don Ricardo Palma supo impregnar en sus tradiciones, que resultan precisamente crear un espacio dialógico y de apertura a una nueva especie que no era muy propia de la academia y que le correspondía más bien al pueblo, que describen cómo es que el peruano construía un imaginario genérico y por tanto válido para todos.
Al construir y difundir una tradición Palma construye también el espíritu de lo peruano que no es sino “el imaginario” al que veníamos haciendo alusión, lo que es ya de por sí un proceso muy complejo posible de analizar desde varias perspectivas.
“Faustino Guerra habíase encontrado en la batalla de Ayacucho en condición de soldado raso. Afianzada la independencia, obtuvo licencia final y retiróse a la provincia de su nacimiento, donde consiguió ser nombrado maestro de escuela de la villa de Lampa”1de hecho esta tradición alude a una provincia de Puno, en donde se narra que en Lampa no se efectuaron los festejos concernientes al 28 de octubre de 1826 (día de San Simón y Judas) en que el mentado Maestro surtió una docena de latigazos a sus pequeños discípulos y que al día siguiente adujo que esas cosas sólo las hacía una sola vez al año (ya que el tal día 28 era el santo del Libertador y el maestro no tenía otra forma de celebración) y esto lo hacía para que no olvidaran el día de San Simón.
Aproximadamente en 1665 se inicia un período de florecimiento minero en las famosas minas de Laycacota, el nombre inicial del asiento minero “San Luis de Alba” deviene de Luis Henrríquez de Guzmán, conde de Alba de Liste y de Villaflor, personaje de la tradición titulada “Un virrey hereje y un campanero bellaco”, en esta tradición, si bien es cierto el escenario no es Puno pero se alude a un conjunto de elementos que no tardaron en ser incorporados en el imaginario local (obviamente de quienes se desenvolvían como mineros en nacientes asientos mineros): “(…) por entonces los ricos mineros de Castrovirreina quisieron imitar el lujo, los caprichosos dispendios, las vanidosas fantasías y la manera de ser de los de Potosí y Laycacota. Las procesiones eran un incentivo para ello, y aquel año, que no podemos determinar con fijeza, eran grandes los preparativos que se hacían para la fiesta del Corpus” (en la tradición mencionada”.
Luego de hacer un pequeño recuento sobre los destinos del tan recordado general Ollantay, Palma inicia la tan mentada tradición “(…) Un leal capitan salvó a Cusicóyllor y su tierna hija Imasumac, y se estableció con ellas en la falda de Laycacota, y en el sitio donde en 1669 debía erigirse la villa de San Carlos de Puno”. La tradición menciona que la trama de Ollantay era contada a una joven por una anciana, y que al terminar esta se presentó ante ambas un hombre joven cubierto por un poncho, apoyado en un bastón y un viejo sombrero de fieltro (dijo que era andaluz). Palma menciona en su tradición que la familia de indios se encargaba del comercio y de la venta de lanas producto de la crianza de sus animales. Menciona además el nombre de la india “Carmen” en la tradición de Palma y “Malica” en la tradición oral Puneña (ver el diario la bolsa de 1865 de marzo 04) en donde aparece una versión interesante de esta tradición; pero no es intención realizar un estudio comparativo sino resaltar la simbiosis entre el dato histórico encontrado en los archivos de su época y la ficción producto del ingenio como el mismo palma lo menciona en sus “Cháchara”:
“!y hay tantos soles en mi patria espléndida,
y tanto y tanto genio sin rival!...
por eso yo, que peco de raquítico,
les dejé el paso franco y me hice atrás.
Y pues ninguno en la conseja histórica
quiso meter la literatura luz,
yo me dije: -Señores, sin escrúpulo,
aquí si no peco, aquí estoy yo.
Algo similar ocurre en “Las orejas del alcalde”, en donde existe una alusión a Chucuito por donde debía recorrer el marques de Mondejar, y a Juan de Betanzos quien habría vivido (según las tradiciones) en azángaro, en donde también tuvo un hijo y estableció su familia, como se vuelve a mencionar el la tradición referida a “Capa colorada, caballo blando y caja turún-tun-tun”, en donde se cuenta que Juan de Betanzos “fue comisionado por el virrey Mendoza para escribir la história de los incas y de los sucesos de la conquista, que desempeño con acierto en el encargo” cuenta Palma que Betanzos se avencindó en Puno y que contrajo matrimonio con doña Angelina (en otro tiempo querida de Pizarro e hija de Atahualpa). Que el mencionado hijo de Betanzos llegó a ser señor feudal de Azángaro.
Otra tradición que se refiere a Puno es “Zurrón2 Currichi” (Conseja popular: puneña zurrón currichi) el período en referencia es 1672 (pocos años después de la fundación de la villa de Concepción y San Carlos por el conde de Lemos) en donde se narra cómo los varones de la villa se ven enloquecidos por la puneña y se internan en el lago (persiguiéndola) pues todos la querían para sí por un extraño sortilegio iniciado por ella (poseedora de embrujos).
Para Ricardo Palma, puno es un lugar donde “las consejas en las que interviene el rey de los abismos” son múltiples (y Puno es de su predilección) así se hallan también “La laguna del diablo” y “El Alcalde de Paucarcolla” y “Ciento por uno”; sin embargo son múltiples las tradiciones en que aparece Puno o alguna de sus provincias para efectivizar el discurso de palma en relación a estas consejas. (siendo ocho las tradiciones en las que se hacen tales alusiones).
Palma se configura así en el creador de la tradición del Perú, que es ya bastante más que un intento de crear un espíritu unificador de concepciones ligadas o a un proceso de arquetipización de los discursos alternos o de periferia, que dejan de serlo para aludir a una semiosis capaz de ser interpretada y reinterpretada por una generalidad. Por otro lado desarrolla una filosofía propia de la composición, una forma y terías propias del empleo del español para crear un imaginario que deja de ser suyo para ser representado por el “peruano” como generalidad.
Recordemos que: en “la filosofia de la composición” (quizá metáfora), Poe cuenta cómo escribió El cuervo. No nos dice cómo debemos leerlo, sino qué problemas tuvo que resolver para producir un efecto poético. Por mi parte, llamaría efecto poético a la capacidad que tiene el texto de generar lecturas siempre distintas, sin agotarse jamás del todo. El que escribe (el que pinta, el que esculpe, el que compone música) siempre sabe lo que hace y cuánto le cuesta. Sabe que debe resolver un problema. Los datos iniciales pueden ser oscuros, instintivos, obsesivos, mero deseo o recuerdo. Pero después el problema se resuelve escribiendo, interrogando la materia con que se trabaja, una materia que tiene sus propias leyes y que al mismo tiempo lleva implícito el recuerdo de la cultura que la impregna (el eco de la intertextualidad)3. Lo mismo hace Palma en sus tradiciones.
Notas
(*) Extracto de una ponencia en la Universidad Ricardo Palma de Lima.
1.- “La Fiesta de Simón Garabatillo”, la primera tradición en el que el espacio de la tradición es una provincia de Puno.
2.- en lo referente a Zurrón: (Del eusk. zorro, saco).1. m. Bolsa grande de pellejo, que regularmente usan los pastores para guardar y llevar su comida u otras cosas.2. m. Bolsa de cuero.3. m. Cáscara primera y más tierna en que están encerrados algunos frutos, para que lleguen a su perfecta sazón.4. m. Bolsa formada por las membranas que envuelven el feto y contienen a la vez el líquido que le rodea.5. m. quiste (envoltura que rodea a un animal o vegetal de pequeño tamaño).6. m. Zam. Capullo en que se encierra la larva de la lagarta.
3.- alusión hecha por Humberto Eco en apostillas de “El Nombre de la Rosa”.
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